Canteando Siglos con la Mirada
Camino en armonía por este lugar, mi casa, lugar de
encuentro con el entorno, montaña y patio natural que me recibe con brazos
abiertos y siento un reto a mi espíritu. Estoy en altura en alma y huesos.
El mar es testigo allá abajo mostrándose amatorio con sus
olas blancas y su mugir sereno. Las flores salvajes van amenizando este boceto
con su colorido trazo de tonalidades, pinceladas, luz, sombra, por el maestro
universal.
El rojo de la Añañuca sobresale y se esconde entre los
viejos cactus, mientras su rival, la azulina esta siempre mecida por el viento;
son las flores que dan el colorido donde la mirada se acuna y se enreda en su
tela de seda.
Este lugar se hace llamar La Puntilla, pero más que una
punta de tierra, y roca entrando en el mar es una mantilla suave, amena,
colindante con los cerros haciendo ronda; donde este pedazo de tierra, se
recorre caminando, y con la visual allende de la dicha. Estoy fácilmente
enmarcando este un lugar como único y estoy siendo reconfortada, agradecida de
tanta belleza.
La naturaleza ha legado su baile furioso, e in contenido y ha
preservado para ser descubierto por personas locas por encontrase con la paz
ansiada.
Es un lugar agreste, donde la madre Tierra ha estado alguna
vez bajo la fuerza del fuego y ha lanzado su lluvia de energía dejándola
diseminada en todo este lugar. Las rocas calcinadas por el calor y el tiempo aún
están atónitas contemplándose a sí mismas.
En medio de este paraje hubo pasión de pasiones, amor
descontrolado y queda así por generaciones para develarse desnuda, colosal, y a
la vez tímida, como pidiendo ser cuidada sin mancilla ni violación a su
naturaleza femenina.
El paisaje va variando como va cambiando mi aprecio por este
lugar. Los castillos de piedra quedan estáticos, pero pareciera en cualquier
momento continúan su rotar cuesta abajo, muchos de ellos en acción de caída
libre o queriendo bajar por su propio camino hacia el mar y sin embargo están
detenidos en una eterna espera. El sol, la lluvia, viento, el aire salino con
su vaho de humedad van dibujando su propia huella en la roca delineado dibujos
que hablan del tiempo que fue y seguirá tallándose en su piel añosa aferrada su
maza corpórea a un brazo del tiempo.
La mirada se entretiene dibujando el rostro de la naturaleza
en todo su esplendor. Rostro silencioso, con cuerpo de bailarina robusta,
vestida de tules de lajas que se esparrama sobre el teatro de mis pasos.
El camino serpentea armónico, sinuoso, a ratos sin dejar ver
donde se haya el horizonte y entre suspiro y respiración agitada me deja verla
en sus diversos estados de ánimo como una abuela cariñosa.
Este tumoroso paisaje se deja coronar de flores que van
tejiendo un valle de rojos, azules, verdes. Las flores amarillas son pequeños
soles en la alfombra rocosa y ripiosa, dándole una sutil suavidad al entorno.
La energía de este lugar cautiva, y entona los átomos del
humano en mí en su misma frecuencia y me une a este lugar la vibración evocando
una vida contemplativa que quisiera para mi alma desde aquí en adelante y el
corazón
Late al unísono con una apacible canción de cuna cantada por
una madre que canta su amor como ninguna.
Me hubiese gustado ver este mismo lugar el segundo día de su
nacimiento, debe haber sido un espectáculo de in contenido estupor, agrado,
sobrecogedor; el más bello diseño de la grandeza natural.
A pesar de toda la belleza restante, es vestigio de lo que
fue; el hombre con su afán de transformarlo todo ha ido canteando la roca y
re-modelando la belleza sin igual para su propio beneficio ha dejado su rastro
frío, carente de afecto por el entorno.
Camino canteando siglos y soy el ser que con la mirada busca
encontrarse con el pasado, el principio, el fuego, la nostalgia y el tiempo.
Las aves me llevan, inspiran que vuele al comienzo del todo
y de pronto me dejan caer desde lo alto a esta hermosa herradura encontrándome
con el mar, el paisaje, la roca donde me poso como un ave más y son las
gaviotas sobrevolando en lo alto con su aleteo, su chillido particular,
sobrecoge y lleva a desear ser un alma libre como ellas, donde poder ir y venir
sin miedo a perderse, pues este es el mundo donde residimos para ser cuidados y
cuidar a nuestra madre que nos recibe con su seno lechoso y un útero fértil que
solo puede acunar amor y vida.
Dedicado a La Puntilla, Coquimbo, Chile
Copyright © Pat Mastud
No hay comentarios:
Publicar un comentario